El Río
El río, ese espejo de agua, que con tu calmada superficie y tu turbulenta profundidad estás ahí para deleitarme con solo levantar la cabeza.
Tu porte majestuoso y extenso, y con una que otra isla natural, me deja pensativo. El color amarronado que tanto te caracteriza, también me deja hipnotizado y abstrayéndome de la realidad.
Sin cerrar los ojos para no
quebrar el hipnotismo, visualizo tu ondear relajante, tu sonido al chocar el
oleaje contra la costa y tu olor tan característico, que tampoco escapa a mis
sentidos.
Tu curso serpenteante que cubre
el suelo bonaerense ha sido testigo de múltiples sucesos, los cuales se
guardaron en tus entrañas con el paso del tiempo. Los hubo buenos, en donde
gozabas al ver cómo disfrutaban de vos, y otros malos, en los que tuviste que
hacer de tripas, corazón cuando una tragedia te tocaba a la puerta.
Ése sos vos, el río majestuoso de mi ciudad, el curso de agua serpenteante que viste el suelo bonaerense.
Sí, ése sos vos, el caudal de agua amarronada que en mi niñez me dejaste bañar entre tus entrañas, y disfrutar de tu esplendor y beneficios.
Al estar junto a vos, disfrutando de tus maravillas, te siento mi hogar.
Formás parte de mi extensa vida.
Y desde acá, a una distancia no muy lejana, y sentada sobre una banqueta entre los calurosos cuerpos de cemento que ruegan un poco de naturaleza viva, me regalás una postal de tu impronta que me hace renacer y escribir esta narración.
Poppy Obarrio

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