Pirata
Conocí a este trío en un momento de crisis. Entraron a la veterinaria gritando. Gritando los tres. El perrito manchado aullaba en medio de una convulsión; el hombretón que lo traía en brazos, tropezaba con sus ojotas y ya traía un dedo de un pie sangrando; repetía: “Se me muere, se me muere, por favor auxilio”. Unos metros atrás, llegó la madre: una señora mayor que no podía seguirle el paso, agitada y en delantal. — ¡Daniel, tranquilo, hijo, que te vas a caer! — ¡Es que me muero si se muere, vieja! — ¡Y yo me muero con vos, hijo! ¡Calmate que estás operado del corazón! Lo más urgente era tranquilizarlos. A los tres. Parecía ser epilepsia. Esos dueños desesperados, que lloraban y discutían entre ellos; no estaban en condiciones de darme ningún dato. Inyecté la medicación para frenar las...