Ste U Igri
El pibe era hijo de un taxista. Desde chico escuchaba las historias fabulosas de lo que podía suceder dentro de un taxi en la noche de Buenos Aires. Con dieciocho recién cumplidos sacó el registro y el primer fin de semana que sus viejos se fueron de viaje, aprovechó y se llevó el taxi sin permiso. La idea era ir a algún boliche en auto y no a pata, como siempre. Quizá alguna minita le diera bola. Rumbeó por Libertador. Haberse llevado el auto era un asunto de cuidado, prefirió dejarlo en un estacionamiento. Dejó la llave y le dieron un ticket. Cruzó la avenida y observó a los que esperaban para entrar: bichos raros, decididamente no eran de su onda; así que volvió a cruzar y pidió el auto por la patente. Le exigieron el ticket. Buscó en los bolsillos y la billetera. Y no lo encontró. —Bueno, entré hace cinco minutos. Te tenés que acordar, es un taxi. Le dijeron que debía pagar la estadía, como si se hubiera quedado toda la noche. — Son las reglas. Buscás e...